jueves, 2 de julio de 2015

Despertar

Y cómo no me había dado cuenta, y cómo han caído de mis ojos las escamas como al primero que se llamó como yo. Cómo tardé tanto en hacerme pequeño, y en llenarme de esta grandeza del conocer, del enteder.

No eres tú, ni tu fantasma, ni tu recuerdo. Es puro egoísmo. Tú no estás en mis sueños, ni te conozco.

Dentro de ti crece una mujer nueva. La he visto transparentarse a través de la piel antigua (la que aun sufre cuando me ve, aunque quieras esconderlo, y te resistas a confesarlo). Transparenta dentro de ti una mujer bella y fuerte, fría y dura también. Alguien con quien yo no podría estar, alguien que me fascina y atrae tanto como un precipicio. La mujer que quieres ser vive en ti, se agita en ti, y surgirá como un volcán llevándose por delante todo lo que tengas a tu alrededor, alcanzando una plenitud dolorosa para la vista, sofisticada en su desprecio a todo lo viejo.

Pero a mi ya me has despreciado suficiente. No me dejaré más. No soy una piedra, pero me he vuelto mar. Igual de inmutable, igual de establecido en la corriente del tiempo. Pero mucho más salado, mucho más vivo.


Tengo en mis dedos las manecillas del reloj, los granos de arena. Tengo en mis manos los hilos que mueven las estrellas, las líneas del destino. Y he despertado.



lunes, 1 de junio de 2015

Un día

Te he visto.

Dos veces te he visto. Las dos en Bruselas, apenas dos semanas de diferencia una de la otra.

La primera vez fue horrible, me escondí de ti aunque sabía que me habías visto, me hundí. No pude dormir un solo minuto sabiendo que al día siguiente volverías a estar allí, y luego metí mi cabeza en la tierra como las avestruces, me hundí en mi propia vergüenza y miseria deseando desaparecer de tu vista, y sin embargo verte, todo el tiempo verte. Porque estás preciosa, mucho mejor de lo que creí que estarías.

Y huí. Para coger el avión, para escapar de allí, para no cruzarme contigo, huí. No hubiera tenido importancia, si no hubiera sido que, durante mi huida, ... te mandé ese mensaje. Sin letras, sin palabras, solo un manojo de flores de las que habían puesto esos días en las Galerías de la Reina, una foto con docenas de preciosos narcisos que había guardado para enviarte. Pero que no debí enviarte. Sólo me gané, una vez más, que me bloquearas por una nueva vía.


Y la segunda vez, por supuesto, tenía que verte. Eres la anfitriona, eres la reina. Estás allí, recibiendo a la gente. Muy hábilmente me haces una finta y me evitas, muy hábilmente no necesitas ni dirigirme la palabra, me lanzas mi acreditación mientras te diriges a otra persona y me despachas sin que haga ni falta contacto visual. Y estás más radiante que nunca.


Ha sido horrible todo ese tiempo, tenerte delante, que no quisieras cruzar ni una mísera palabra conmigo, y yo siendo más y más pequeño, secándome segundo tras segundo en tu presencia luminosa y expansiva que todo lo llenaba (nunca te había visto ese vestido malva que te queda tan increíble).


Pero vencí todos los demonios y te hablé. "Quiero que normalicemos nuestra relación", balbuceaste algo, negaste, frunciste el ceño, estabas confusa, y tuve que añadir, rápida y contundentemente "profesional, por supuesto". Entonces volviste a ser la fuerte, la segura, porque te había dado el pie que necesitan los buenos actores de teatro. Tomaste el pie no para dar un paso hacia arriba, sino para hundirme a mi. Lo noté, me ahogaste: "la otra es imposible", te limitaste a decir, y te fuiste.


No había necesidad de eso, pero sé que tienes razón. Sólo te vi, te logré hablar.

Te pedí perdón. "Perdón por lo del otro día". Dijiste "no te preocupes", pero te referías a las flores. No te voy a pedir perdón por mandarte flores. Nunca. Me disculpaba por no haberte hablado. Y no lo entendías, claro, porque tú tampoco quieres hablarme.

Y necesito que me entiendas, que mi mensaje te llegue. Hoy hace un año, de aquel día en que llegué a ti. Y necesito que llegue a ti mi pensamiento, que pienso en ti cada día con más fuerza. Que no te he abandonado ni un segundo.

martes, 28 de abril de 2015

La que habita mi sueño, la que envenena mi sueño, la que llena mis ojos.

Vienes del pasado. No de hace un año, no de hace tres meses. Vienes de entonces, cuando eras exactamente lo que yo siempre había soñado.


Eres tú, eres ella, la mujer bella que vive dentro de ti y que yo siempre vi, que yo siempre deseé. La que me escondes, la que ya no está.

La que he perdido.

lunes, 27 de abril de 2015

Ton beau fantôme

Sabes que caigo una y otra vez. Lo sabes, tú, el fantasma de Silvia que vives sólo dentro de mi anhelo. Lo ignoras tú, Silvia de carne y hueso y piel y pestañas, y labios y dientes, y uñas que solían clavárseme en los hombros, y dedos que solían buscarme en lo más íntimo, y que ahora ni piensas en mi un sólo segundo.



Caigo una y otra vez, y vuelvo a buscarte, a verte, a hablarte en sueños y ensueños. Me sorprenden a veces murmurando y hablando solo, pero es a tu fantasma a quien hablo. Son tus fotos las que busco y rebusco, y miro una y otra vez. Son nuestros viejos mensajes los que releo, constantemente. Es tu presencia que sigue viviendo en mis entrañas, en esa curva de mis vísceras que sigo sintiendo que tira de mi hacia el mundo del sueño, que sigue provocando vértigo y feliz locura de adolescente.

Y lágrimas.

En la ducha, lloro un disimulo tonto, pues nadie me ve, y si me vieran las lágrimas se fundirían con lo que me llueve del pelo. El pelo que tú me agarrabas con las manos que anhelo ver de nuevo, besar de nuevo, ver moverse como movías, como mirabas hacia un lado buscando una palabra, mordiendo ligeramente el labio inferior. Y por supuesto ver tus ojos en blanco.

Todo eso que no será ya más.

Pero quisiera saber si es cierto, si fue cierto, si fue mentira. Si alguna vez me quisiste o no. O fue todo un malentendido, un error, una equivocación. Si no me querías, qué sentido tiene, tuvo, qué sentido tiene mi dolor, mi estúpida expiación. Sin pecado, ¿qué es esta penitencia?, ¿por qué pesa esta cruz? Qué amargo este cáliz de vino, cemento y sangre.

Y lágrimas.




lunes, 16 de marzo de 2015

El cariño, el perdón, el agradecimiento

He pensado algunas cosas horribles.

Primero, de mí mismo. Luego de ti. Y quizás esas fueron las peores, las que más me asustaron.

Pensé un montón de cosas, que no me querías, que no me merecías, que me habías tirado y mentido tú misma, que quizás estabas tonteando con otro ya desde hacía meses...  y qué. Todo eso no tiene importancia. He hecho el idiota primero volcándome toda la culpa sobre mi, luego echándola sobre ti.

Y las cosas son diferentes.

La verdad es que los dos éramos náufragos y nos creíamos islas. Todos somos un poco esos ciegos yendo a tientas, tropezándonos y aprendiendo mientras erramos, y creyendo que los demás están tan seguros de sí mismos, que tenemos que esconder nuestros miedos. Pero nuestros miedos, nuestras inseguridades, son las de todos.

Tú tenías inseguridades, necesitabas que te dijera cada diez minutos que eras la más guapa, la mejor, y que te quería con locura. Y es verdad, eres deliciosa, estupenda, y te quería mucho. Pero no hace falta que seas la más guapa. Como tampoco hace falta que yo sea el mejor amante del mundo, mira para lo que sirve. En Septiembre (lunes, 1 de Septiembre) dijiste que hacer el amor conmigo era lo más maravilloso y que intentarías por lo menos arrancarme un beso de ahí a final de año. En Octubre (miércoles, 22 de Octubre), ya no querías saber nada de mi, me espetaste ya entonces "no eres parte de mi vida, y creo firmemente que no lo serás nunca".    De qué me vale...

Yo también necesitaba tu aceptación, tu lucha por mi igual que tú necesitabas la mía. Y ambos hemos fallado, ambos pedíamos demasiado y ofrecíamos demasiado poco, porque no se podía hacer más que lo que hicimos.

Pérdida, negación, ira, tristeza, aceptación, reconciliación, agradecimiento.

Creí que era un ciclo, pero es una onda que sube y baja, que arrastra en círculos ascendentes... y poco a poco me acerco a la superficie: agradecimiento. Tengo mucho de qué darte las gracias, voy a abandonar ya el rencor.


Te agradezco el haberme dado el mayor de tus regalos, lo más bonito que puedes haberle regalado a ningún hombre: tu sonrisa más sincera, más bonita.
Te agradezco haber confiado en mi, hasta el punto de recibirme en tu casa, en tu lugar.
Te doy las gracias, de corazón, por haberme dado el día más bonito de mi vida. El instante más hermoso, que tengo marcado a fuego en mi corazón. El instante en que despertaste, la mañana de domingo, a mi lado, en la cama más blanca que he visto en mi vida.
Gracias también por haber recibido mis besos con tanta ternura. Hiciste de mis besos los mejores que haya dado un hombre.
Te doy infinitas gracias por haber querido llevar dentro un hijo mío, es lo más grande que alguien podría hacer por mí. Yo hubiera querido ese hijo.
Te agradezco que me hayas querido, que hayas sufrido por mi, que me hayas esperado, los días o semanas que sean, da igual. Tu amor me ha hecho crecer.
Por último, te doy las gracias por no haberme herido más de la cuenta, teniendo todas las armas para hacerlo, porque podías haberme hecho muchísimo más daño. Tu indiferencia como opción, en vez del odio, ya te lo dije una vez, es una bendición para mi, porque podías haberme destruido con apenas una palabra. Sé que quieres ser feliz, no hacerme daño.

En eso coincidimos. También quiero que seas feliz. También quiero ser feliz yo mismo, contigo, sin ti, a pesar de ti, sin importar tú...    Quizás un día, ser feliz para ti.



jueves, 12 de marzo de 2015

El peso de la paja




He pixelizado tus fotos.

Me había comprometido, tan pronto sirvieran para su cometido (que mi psicóloga te conociera, que te pudiera tener delante como yo te tengo demasiadas veces al día), las quitaría.

Queda raro un hueco en mi discurso, así que en vez de quitarlas, las he deformado, distorsionado, transformado en una masa de color en la que sin embargo yo te reconozco, tú te reconoces, pero nadie más podría saber que eres tú.

Eres ya, cada vez más, el fantasma de mi deseo, y menos y menos una persona. Tu, la que me dijo cosas que me herían, y me las dijo para herirme, tú que me miraste con desprecio en nuestro último encuentro y me dijo, mintiendo "no sentí nada cuando te vi entrar", tú que me dejas tirado, ... eres en realidad la que se aleja del fantasma, la que se aleja de mi. Yo te he sido más fiel que tú misma.


Y es hora de que lo deje ya.


Te he pixelado, te he alejado de tu imagen, o más bien, de la imagen de ti que me hizo enamorarme. Lo reconozco, la imagen de ti que sigue haciéndome sentir este hueco en el estómago, estos microsegundos de gravedad cero que no sentía desde que era adolescente. He destruido tu imagen, y es un rito, un acto mágico, una liturgia del olvido que va surtiendo efecto.


Puedo decirlo con orgullo, con alegría, gritarlo con toda el alma abierta: te quise con locura, te quise con todo el corazón. Y este corazón, sigue viviendo.



Te quise. Aun hablo en segunda persona, pero ya conjugo en pasado.

martes, 10 de marzo de 2015

Rabo de nube

He recibido un regalo.

Aun no me ha lavado por dentro, es sólo una canción, pero creo en la magia.

Sobre todo de la música.




No espero que lo entiendas. No espero nada de ti.

Sólo del agua.

viernes, 6 de marzo de 2015

Tu boca

Te vuelvo a hablar de nuevo.

Te contaría sobre mi nueva casa, las vistas de la ventana, pero es pronto para ello.

Siento ternura al hablarte, qué le voy a hacer. Me voy amargando y hundiendo cuando lucho contra tu imagen, contra tu recuerdo, cuando me empeño en pensar que no me querías tanto o que en realidad estoy mejor sin ti.

No es así, ya te lo dije en ese primer mensaje del año, el que quería ser mi nuevo y mejor año y está siendo mi tormento mayor...   te dije que sólo sentía alivio, felicidad, cuando pensaba en ti.

Sigue siendo así.


No entro en tu perfil de LinkedIn cada día ni cada dos días. Sé que lo aborrecerías, y no quiero molestarte ahora que seguramente eres feliz sin mi. No quiero que me dediques pensamientos de odio, prefiero tu desaire a tu odio.
Así que me he guardado tu foto, por fin, tengo tu foto. Y la miro un par, tres, cuatro veces al día como mucho. Como una medicina, es amarga al principio, especialmente en la boca que tiene recuerdos tan dulces de ti, quizás por el contraste de la ausencia, esa especie de persistencia de la visión en versión sinestésica.

Y luego me calma. Como la medicina. O la droga. Tal vez es más eso. La droga.

Tus labios tan rojos.


Y el síndrome de abstinencia.




miércoles, 4 de marzo de 2015

Still in half light

En realidad es tan sencillo.

Me lo dijo Nerea: "Me hiciste feliz estos años. Estabas con la persona equivocada, te enamoraste de otra, se acabó. Ahora tienes que olvidarte de ella también y seguir."

Ya..

No dejarme hundir, olvidarme de ella.

Pero no es ella, sino su posibilidad. Me explico. Es la frustración de no haber podido ni siquiera fracasar bien. Lo decía Samuel Beckett: "Fracasa otra vez, fracasa mejor", lleva las cosas hasta el final y falla estrepitosamente si hace falta, pero hazlo.

Me quedé congelado, no hice nada ni en una dirección ni en otra, no quise ni mentir ni engañar, ni hacer daño ni hacer nada malo. Por no hacer nada, por no querer romper la cáscara, todo se vino abajo.

Y es esa frustración lo que me duele terriblemente. La de no haber ni arrancado, ni empezado una relación que fue un milagro secreto, que metí debajo de una piedra y dejé morir.


Y este es el duelo por esa muerte, la muerte triste de un no nacido. Como la de mi hijo que nunca fue. Con Silvia creíamos que íbamos a tener un hijo, ella estaba asustada pero yo estaba realmente emocionado. Era sobrecogedor, con ella sí quería tenerlo, no llego a entenderlo... simplemente lo deseaba con todas mis fuerzas.

Y sigo pensándolo. Por eso, es cierto, tengo que olvidarme de ella o me consumiré. Pero hay tanto de lo que olvidarse, mi deseo de tenerla a mi lado me ha inundado todo mi ser, todo mi recuerdo como un agua de vida. Ahora olvidarla es como arrancar un cáncer que se hubiera extendido por  todo mi ser, todo mi recuerdo.



Me sería más fácil si no tuviera este horizonte que se me echa encima. La veré este año. Dos, tres, quizás cuatro veces. Tengo pánico al encuentro, sé que me destrozará.

lunes, 2 de marzo de 2015

Y si tengo que decir...

Si tengo que hablar de ella, claro, tengo que hablar de lo que conozco de ella.

Y es muy poco.


Tengo que hablar de los aeropuertos. Nos hemos visto siempre en viajes, siempre estando fuera. Quizás los aeropuertos es uno de nuestros sitios. Fui a buscarla al aeropuerto de Bruselas, y la perdí por unos minutos, o se me escabulló entre la multitud. Quería darle una sorpresa. Fue al principio del todo, cuando aun no nos conocíamos. Pero creo que el que fuera a buscarla por sorpresa, y mi torpeza al no encontrarla, ... creo que esa historia la enterneció. Y para mí fue la primera pequeña decepción.

Fui a buscarla al aeropuerto de Bilbao. Ella venía de un viaje largo, cansada...   pero no sabes qué sonrisa traía. Le tuve que decir, "te recordaba hermosa, pero eres infinitamente más guapa aun". No esperaba que estuviera tan feliz, tan radiante, que me ofreciera ese regalo, después de la amargura de los días anteriores en que luchábamos contra nosotros mismos y contra la razón.

Y el aeropuerto de Milán, es el último sitio en que nos besamos, dramática-, patética-, loca- y apasionadísima-mente. Ese es nuestro final de Casablanca al que me refería. Si siempre nos quedará Bruselas, por qué tuvo que acabar así entonces??   Me cuesta entender qué sucedió, algo que fue tan intenso no puede morir así, sin más, ¿verdad?


Tengo que hablar de su terraza, en la que estuvimos charlando la noche en que la recogí del aeropuerto, cuando aun creía que podría resistir sin besarla. Y en la propia terraza, en la que yo la acariciaba el pie con mi pie, en la que hablábamos despacito y mirábamos estrellas y otras luces lejanas, ahí mismo ella se levantó y me dio un beso muy suave, que aun guardo.  Tiene un bonito piso (pequeño, pero precioso) en el centro mismo de Bilbao.

Tengo que hablar de sus vestidos. Le queda muy bien el azul, el rojo y el negro. Es elegante, clásica, coqueta. Está rompedora con su vestido rojo. En Bruselas, cuando fuimos a cenar la primera vez, se trajo un extraño pero atractivo body de algo parecido a cuero... estaba intrigado y quería tocarlo todo el tiempo para saber qué tacto tenía. Pero me quedó clavado en la memoria el vestido con chaqueta blanca que llevaba en Berlín. El blanco la hace brillar, su pelo es tan lacio, brillante, sedoso, ... vestida de blanco destaca su boca de vértigo y su pelo que invita a la caricia.


Conozco cosas tan superficiales de ella, apenas su coche, su cocina, sus pendientes...   pero qué es lo superficial después de todo. Dicen que lo más profundo de una persona es la piel.

domingo, 1 de marzo de 2015

Síndrome - Dolor de miembro fantasma

Ha sido duro.

Para escribir el texto anterior, en el que dije que estaba mejorando, rebusqué en la memoria entre aquellas fotos que ella me mandó al principio, y que yo miraba extasiado, muerto de frío y de miedo, con mezcla de esperanza, alborozo, culpa y temblores de todo tipo (placer, pánico, confusión, de nuevo frío...), en la Gare du Nord de Bruselas.

Y el viernes de nuevo llego a la Gare du Nord, y date cuenta, exactamente a la misma vía, a la misma hora, de nuevo en dirección al aeropuerto, casi exactamente un año después. El cielo estaba parecido, hacía frío de nuevo.

Y no pude soportarlo. Recordé las fotos, pero sobre todo la promesa, la posibilidad, una chica tan guapa a mi lado, que milagrosamente se había interesado por mi, la delicia de un amor a primera vista cristalizado en un aprecio, cariño, pasión y amor mutuo. La posibilidad de una vida plena, de una relación sólida, el querer darle hijos y felicidad y algo nuevo a su vida. Todo eso se me vino al corazón, que vibraba en resonancia con todo lo que me traía sus fotos, las de la chica más bonita del mundo que se abría a mi como una orquídea.

Y se me vino encima la negación de todo eso, la brutal negación. Nerea estaba a mi lado, Nerea (a la que quiero un montón y que me sigue ayudando y apoyando, aunque ya todo se acabara), y Paula (a la que aprecio muchísimo, y es de las pocas personas de la empresa con las que se puede hablar). Y me vieron temblar, vieron innundárseme los ojos de lágrimas, licuárseme la mirada en dos segundos, derrumbarse el "hombre" que habían visto dirigir las reuniones diligentemente esos días. La sólida referencia, el coordinador, de pronto era un cordero a punto de ser degollado.

Paula se preocupó, claro.  Nerea se puso muy triste. Sabe lo que me pasa, y por un lado no le gusta verme mal, pero sobre todo, le destroza que lo pase mal por otra mujer.

Otra mujer. No, para mi no es otra. Para mi es todavía mi sólida obsesión. Sigo soñando con nuestro próximo encuentro en Bruselas, y con que ella me lleve a un aparte y quiera hablar conmigo. Ponga los labios así, como una fresa silvestre, y sonría un poco diciéndome que me tranquilice, y quiera hablar conmigo. Que me diga que no, que me diga que ya no confía, lo que sea... pero simple y llanamente que me de esos minutos a solas.


Yo que lo tuve todo, a qué poco aspiro ya.

jueves, 26 de febrero de 2015

Un hueco aquí

No sé a quién quiero engañar, tal vez a mi. Quizás más adelante pueda, pero ahora no soy capaz de tenerle rencor o sacarle defectos. Aun los pocos "defectos" que le recuerdo, sé que estaban en mis ojos y no en ella, y me hace sentir mal recordar que me empeñaba en verlos. Casi tan mal como estas enormes camas de hotel en que me queda una almohada sin usar, y media cama helada.


Quizás sí estoy mejorando, ya no hablo en segunda persona. Pero sigo sin explicarme. Sigo sin responder a "cómo es ella".

Seré muy explícito:



Ella es así, aunque tiene los ojos mucho más bonitos. 
Cuando la conocí acababa de morir su abuela, a quien ella quería mucho, y había tenido desencantos amorosos por lo visto muy dolorosos. Así que, lo había pasado mal, y había engordado bastante. Me negaba a verlo, y la verdad es que no tiene importancia. Es hermosa igual, y siempre me preocupé de hacerla sentirse guapa, diciéndoselo todo el tiempo. Pero sí es cierto que adivinaba su cuerpo más modelado y, muy dentro de mi, maldecía no haber llegado antes, no haber conocido esa figura perfecta que me enseñaba en docenas de fotos.

Porque cuando la conocí, después de esa primera cita llena de timidez y delicadeza, no dejamos de mandarnos mensaje tras mensaje en el teléfono. Y ella me llenó de fotos suyas. Yo le mandaba fotos de flores que encontraba por la calle, y creo que nunca lo entendió.
El que me mandara fotos suyas podía molestarme por lo egocéntrico del acto, fue una cantidad enorme, de ella de noche, de día, con amigas, ella de niña, de adolescente, su foto de carnet de biblioteca del colegio, en fiestas, en bodas...    pero es que yo estallaba de felicidad al ver que era tan absolutamente deliciosa en todas, al ver cómo un vestido rojo dibujaba una curva escalofriante, la forma envuelta por la media de seda, el gesto a la vez elegante, desenvuelto, desafiante, todo acentuado por un tacón tan bien vestido. Ella con doce años, seria, de mirada estricta, pero unas facciones harmónicas y misteriosas, que sé que hubieran hecho caer enamorado automáticamente a un Pablo de 12 años.

Me duele muchísimo no tener ni una de esas fotos. No hay prácticamente fotos de ella en la web, sólo unas pocas que tengo desgastadas de tanto acudir a ellas, una y otra vez. Tuve en mi buzón fotos que necesitaba ver cada quince minutos para inflamarme de alegría, y no me queda nada de ella, no puedo ni permitirme quemar sus fotos, porque simplemente no están.

A ella le sorprendió mucho que me gustara esta que aparece en la búsqueda web:



Le sorprende porque está cansada, no tiene los vestidos espectaculares de aquellas imágenes con las que me inundó al principio, tampoco se ve el azul felino de sus ojos, y tiene el pelo largo que a ella no le gusta tanto (el look con media melena es más fuerte). Pero a mi me desmonta porque fue la primera vez que la vi con la guardia baja, sin una barrera de profesionalidad, pose, fuerza, algo que la defendiera del mundo. Y me pareció humana, con unos dientes preciosos y unos labios para comérselos, pero humana, vulnerable, alguien a quien yo quería cuidar, proteger, mimar.

Proteger, no hacer daño. Aun no entiendo qué pasó.  Miraba esa imagen y ya empezaba a notar el tacto de su boca en la mía, y me aprendí la curva de su cuello para recorrerla a base de besos. Y a la persona de esta foto sólo la encontré en Bilbao, apenas un día. No la he vuelto a ver, ni la volveré a ver jamás, tan abierta.

Recuerdo lo que sentía con ella al lado, en su cama en Bilbao. Su cuerpo no era el de las mejores de sus fotos, pero igual era la playa cálida, de arena blanca, en la que yo quería naufragar para siempre. Y me empeñaría en aprender todos esos masajes drenantes y el manejo de los dedos para devolverle la más bonita de sus figuras. Simplemente por que se le quitara el complejo y pudiera venir de veras conmigo a una playa, desearía tanto sentir su piel calentada por el sol. No le gusta la playa, precisamente por estar casi desnuda en público. Hasta cierto punto es normal, pero yo necesito el sol

Sé que tendré que borrar este texto tan pronto lo leas. Sé que si ella lo ve, montará en cólera y me querrá matar en serio, quizás acabe ejecutando su amenaza y me eche encima la policía o yo qué sé...    pero si se ve aquí, relacionada con esta historia que cuento, se acabó, hará lo posible por hundirme y pulverizarme. Y tiene razón, no tengo ningún derecho a esto. Sólo la necesidad de contarlo...  ¿en público?

Nadie entra en este sitio, lo he mirado cuidadosamente. Nadie lo conoce.  A nadie le importa.  Nadie que la conozca entrará aquí. Es lo que me salva, me permite escribir con libertad. En el fondo me encantaría que ella leyera, por eso le he estado hablando a ella en los anteriores textos. Me encantaría que supiese que, como un imbécil, sigo enamorado, y que si mueve un dedo en esa dirección. me voy con ella. Que tiene todo el poder sobre mi.   Pero entiendo que no le interese lo más mínimo.


Hay una cosa que me preocupó, aparte de todas las tonterías que dije en el texto anterior. Lo de que sea religiosa, conservadora, pija, rica... no, eso no me molesta, en absoluto. Que un día yo compartiera con ella una canción de Chico Buarque, y que dejara de escuchar a un tío lloriqueando en portugués, que era horrible. Eso no me sentó bien.  Ninguna de las parejas que he tenido nunca, han despreciado la música que me gustaba. La música es importante. Y quizás no lograré explicarlo a todo el mundo, quizás sea muy personal... pero no puedo admitirlo, sencillamente... que no dejara pasar por su duro caparazón ni una gota de la poesía que le intenté dedicar.


----  sigo mintiéndome. Lo único que me hace daño, de todo lo que me hace, es que me ignore. Caetano Veloso o Milton Nascimento no están en su vida... me da igual. Yo no estoy en su vida, y ha construido un muro muy sólido y lleno de alambres para mantenerme lejos. Eso sí duele.

miércoles, 25 de febrero de 2015

La desaparecida

Poco a poco, muy poco a poco. Me voy curando.

No me hago ilusiones. En este mismo instante, si me llamaras, si me pidieras que fuera a tu lado, lo abandonaría absolutamente todo para ir contigo. Aunque sé que es imposible. Por eso mismo, es malo que sienta así, que sufra así esperando, desesperando, lo que no puede ser.

Y me sigue pasando que sigo queriendo aparecerme ante tí como un mártir, como un náufrago. Y dudo que te cause algo más que risa, repulsión o indiferencia (tu indiferencia... ¿habrá algo que me duela más?, no soy parte de tu vida y nada de lo que me pase te importa). Pero quisiera seguir enfermando y decayendo para presentarme en Mayo ante tí, como un espectro que te necesita.

En estas circunstancias, ¿Por qué digo que me voy curando, siquiera poco a poco? No he conseguido desprenderme de mi obsesión por ti,... igual que sí he conseguido desprenderme de la falsa felicidad de estar con la buena de Nerea, no consigo desprenderme del falso heroísmo de seguir queriéndote a pesar de tu desprecio.

Pero me voy dando cuenta de algunas cosas.

Me voy dando cuenta de que a ti te pasó lo mismo. Que tú también querías nuestro amor, no me querías a mi.  Tal vez nunca me quisiste del todo, simplemente necesitabas el cariño que te tenía.

No te culpo, estábamos tan solos. Ahora lo que ha cambiado es que sólo yo estoy sin nadie.


Ahora, leyendo antiguos mensajes que creía borrados, me voy dando cuenta. No era todo oro. No te gusta la poesía. Eres de museos, cierto, de Jazz del que me gusta, pero no entiendes el arte como arma de subversión masiva, quizás no aprecias la capacidad transformadora del acto poético, entre la magia y la voluptuosidad. Aunque lo reconozco, disfrutamos tantísimo de Yoko Ono, todo su dulce terrorismo estético y espiritual. Recuerdo que inventábamos rituales y actos poéticos sobre cada obra. Mojé los labios vaciados en bronce de Yoko con el agua del cáliz, y dentro de una de sus cápsulas de aire, guardé para siempre un beso tuyo.  Aun la tengo.



Había una caja transparente que decía que lo que entrara en ella, al salir no volvía a ser lo mismo. Metiste la mano. Curiosamente, a mi me daba pánico, creo firmemente en la magia. Y creía que de verdad me iba a cambiar.      Quizás ahí empecé ya a perderte, tenía que haber metido la cabeza entera en la caja de cambiar. Tenía que haberme atrevido.


Pero me doy cuenta: realmente había amor al amor, entre nosotros había un inmenso remolino de pasión que no nos necesitaba para arder, y en realidad nunca estuvimos juntos. 


Y de todas formas, aun sigo pensando que te quiero. En el museo aquella pareja mayor, te acuerdas, se puso a hablarte, riéndose delante de uno de los vídeos experimentales de Yoko (la mosca recorriendo su desnudez)...     la gente te quiere y te habla, la luz te quiere y te dibuja, el mundo te quiere y te hace brillar, Max te quiere y te da protagonismo, Ulrich te quiere y se apoya en tí más de lo que crees, ...  yo te quiero y no te he dado nada.

martes, 24 de febrero de 2015

En cambio...

No soy nada disciplinado.  No sólo no dedico mi hora al día a pensar en ti, como me han dicho... sino que cada quince minutos estoy buscando tu nombre, recuperando mails de la basura, ...

Hoy quiero hacer algo que tenía pendiente. Voy a sincerarme mucho.


Creo que lo que más me gusta de ti, además de que eres la cosa más bonita que he soñado, y que cuando te veo en la vida real eres todavía más bonita que en mi sueño, además de que seas la mujer exitosa, profesional, y que de pronto descubriera tu lado dulce y fuera tan delicioso...

En realidad lo que me capturó es cómo me querías. Es feo decirlo, es hora de decir cosas feas. Estaba más enamorado del amor que de ti. Y es que me querías en serio. Y eso me pilló por sorpresa, me dejó alucinado que me pudieras querer tanto, a mi, que siempre me he considerado un perdedor, miserable e indigno. Sobre todo, me dio miedo.

Eres muy distinta a mi, hay muchas cosas que me dieron miedo. Una, por supuesto, lo fácil que era que todo saliera mal. Estamos lejos, en todos los sentidos. Tantos cientos de kilómetros, los hice de un salto y sin notarlo el primer día, pero no iba a ser siempre así. Y tantos años luz entre tú y yo, aunque cuando hablábamos (cuando aun me querías) parecía que no podíamos estar más próximos. Parecía que siempre fuéramos a tener las mejillas pegadas, los dedos entrelazados, y los corazones sincronizados para toda la vida. Qué ilusos fuimos...

Ya sabes, tu historial. Nunca te duró un novio más de dos meses. Y reconozco que ahora estoy al acecho, y me siento tan horriblemente miserable esperando a que cuando nos veamos ya no tengas a ese nuevo y maravilloso chico, deseando que eso fracase y pueda dejarme la vía libre. Eso me hace sentir sucio y cruel, porque en realidad, desde lo más profundo de mi alma, de veras deseo que te funcione porque sólo quiero que seas feliz. Además, esa esperanza espúrea no me permite olvidarte.
 
Entiéndeme. Yo estaba metido en una relación de siete años que iba bien, que no tenía ningún motivo para fracasar... bueno, salvo que no quiero tanto a Nerea como llegué a quererte a ti (y no me crees, es lo que más me duele). Es la única razón ahora para dejarla, pero es una razón que pesa mucho. Pero hablando de pesos... piénsalo, siete años frente a dos meses. Me pudo mi cobardía.   Por enésima vez, y arrastrándome por el suelo: perdóname por esto, lo siento....


Me asustó mucho también verte comprar en Milán, esa forma de moverte entre los dependientes, ese dominio, el tiempo que gastaste y el dinero... es como si pertenecieras a otra galaxia, como si fueras de una raza superior a una raza superior a la mía. Me sentí como una auténtica escoria, al ver que le comprabas a tu hermano, como una vagatela, un polo que costaba más que mi traje más caro. Y sentí pánico a no estar a tu altura. Otra vez, lo siento muchísimo, es una reacción estúpida, pero humana.


Está también tu pasión. Me encantaba que fueras apasionada, despertar en ti tanto gusto, un sexo feroz, un goce encendido y volcánico, tantísimo placer y locura. Pero también me daba algo de miedo, la cara animal, los arañazos, las magulladuras... la verdad es que me sentía en momentos como el macho de la mantis religiosa, y un día tus pechos enormes parecían ojos que me escrutaban, y tu cuerpo parecía devorar al mío.
 
Aunque era yo siempre quien ejecutaba el ritual del sacrificio, la daga y la carne, en uno, dos, tres... cinco explosiones de placer que nos dejaban casi literalmente muertos. La primera vez fue tan bonita, límpida y deliciosa, y las siguientes iban creciendo en violencia hasta el punto de que te tuve miedo. Me dolía todo el cuerpo, y tuve marcas durante más de una semana. Me daba a ti hasta perderme.
 
Te gustaba mi voz, ¿te acuerdas?, igual que a mi la tuya, que cuando me hablaba a mi era fina y dulce, diferente de la voz sólida de cuando le hablabas a los del trabajo. Tú me hablabas, incluso por teléfono y me excitaba automáticamente, era incapaz de controlarlo. Me confesaste que te pasaba lo mismo. Yo que siempre tuve un trauma con mi voz, tenía el poder de despertar tu deseo hablándote. Y sin embargo, lo reconozco, tu forma de arrastrar las palabras, ese acento tan pijo, tan de niña bien, me alejaba de ti. Soy el gitano y tú la princesa, quizás pienses que eso te hace mejor. Pero simplemente te aleja, y nuevamente, me da miedo.
 
Mis miedos han matado tu amor, más aun que mis mentiras. Pero no me crees tampoco en eso.

viernes, 20 de febrero de 2015

La otra puerta de entrada



Resumiendo....

Me dijiste "Tengo pareja, alguien que me quiere y no me miente". Y perdí cinco kilos en tres días, la esperanza y un tornillo.


Ahora me preguntan cómo eres.

Se me ocurrió decir: muy guapa, y sonreír, amplia, abierta y sinceramente por primera vez en tanto tiempo. Al decir "muy guapa". Sonreí.      Hoy no.


¿Eras eso para mi? ¿una niña guapa?  Sí, creo que sí. Mi psicóloga no estaba satisfecha con la respuesta tan escueta, claro. Es fácil simplificar, pensar que es sólo con los ojos con lo que sentimos esa belleza. Yo usé los ojos, las manos, los oídos, el recuerdo, y todo el corazón.
Me pide más detalles, me pide que hable de ti... una hora al día, nada menos. Con lo que me gusta escribir, creo que pasaré más tiempo hablando de ti, que el tiempo que he estado contigo. Será como aquel cuento de Borges, Funes el Memorioso, en que la memoria de Funes hacía que el recuerdo de un instante hacía años llenase tardes y tardes en su expansión de detalles múltiples. Podría llenar el resto de mi vida con el recuerdo de tu primer beso.

Pero se trata de evitarlo.

Cómo eres, cómo eras, cómo te veo. Se es guapa con más cosas que con la cara, que con el cuerpo. Tú lo eres con la luz, con esa sonrisa que radia desde lo más profundo de tu linda persona.

Morena (ese pelo fino, sedoso, echo tanto de menos acariciarte el pelo...), de ojos increíbles, y una boca que me da escalofrío recordar, dientes como joyas, toda tú eras sonrisa.

Le dije a la psicóloga algo como esto:

Me llamó la atención por su aplomo, su excelente inglés y su profesionalidad cuando la vi en un evento en Bruselas. Hay muchas chicas guapas, ella me pareció lo primero una grandísima profesional. Y cuando pude hablar en persona con ella, me pareció honesta, sencilla, y con una personalidad muy atractiva.

Sí, es algo así. Lo que me desmontó fue tu cariño por tu familia, quizás, cómo hablabas de tu hermano y su novia, de tu abuela que acababa de morir, la forma en que parecía que te preocupaban tus socios, tus proyectos, todo en ti era mimo, detallismo, formas de amor y exposición de algo cálido, aunque parecía que intentabas mostrar dureza, frialdad y solidez en todo lo que hacías.

Para mí, todo eso es belleza. Eres bonita en todo lo que haces, y siento, seguiré sintiendo pese a todo el dolor que puedas causarme, voluntaria o involuntariamente, seguiré sintiendo admiración por ti como profesional, como persona responsable, trabajadora, y profundamente dedicada al éxito de lo que se le confía. Todavía te quiero, eso pasará. Pero no creo que mi admiración pase nunca. Aunque ya no sirva para nada.


Pero sobre todo, desde aquella primera noche en que quedamos en Bruselas para hablar, aquella noche en que empezó mi cobardía, me dedicaste al principio unas miradas esquivas y me apartaste las manos... pero muy pronto me dedicaste el comienzo de una sonrisa de la que no es posible no enamorarse. No sonríes con la boca, lo haces con todo el cuerpo.


Mañana tal vez, escribiré algo más concreto, sobre cómo eres (te daría vergüenza leerlo, quizás rabia, no puedo dirigirme a ti cuando lo hago). Ahora necesitaba decirte que para mi eres la magia de la sonrisa más bonita, la caricia más profunda, la luz más cálida, y los ojos que jamás arrancaré de mi sueño.


martes, 10 de febrero de 2015

Contigo en la Distancia

Lo que estoy haciendo, pienso, se parece bastante a lo que contaba Cortázar en aquel cuento que me fascinó una vez:



"Todo el mundo sabe que la Tierra está separada de los otros astros por una cantidad variable de años luz. Lo que pocos saben (en realidad, solamente yo) es que Margarita está separada de mí por una cantidad considerable de años caracol.Al principio pensé que se trataba de años tortuga, pero he tenido que abandonar esa unidad de medida demasiado halagadora. Por poco que camine una tortuga, yo hubiera terminado por llegar a Margarita, pero en cambio Osvaldo, mi caracol preferido, no me deja la menor esperanza. Vaya a saber cuándo se inició la marcha, qué lo fue distanciando imperceptiblemente de mi zapato izquierdo, luego que lo hube orientado con extrema precisión hacia el rumbo que lo llevara a Margarita. Repleto de lechuga fresca, cuidado y atendido amorosamente, su primer avance fue promisorio, y me dije esperanzadamente que antes de que el pino del patio sobrepasara la altura del tejado, los plateados cuernos de Osvaldo entrarían en el campo visual de Margarita para llevarle mi mensaje simpático; entretanto, desde aquí podía ser feliz imaginando su alegría al verlo llegar, la agitación de sus trenzas y sus brazos.

Tal vez los años luz son todos iguales, pero no los años caracol, y Osvaldo ha cesado de merecer mi confianza. No es que se detenga, pues me ha sido posible verificar por su huella argentada que prosigue su marcha y que mantiene la buena dirección, aunque esto suponga para él subir y bajar incontables paredes o atravesar íntegramente una fábrica de fideos. Pero más me cuesta a mí comprobar esa meritoria exactitud, y dos veces he sido arrestado por guardianes enfurecidos a quienes he tenido que decir las peores mentiras puesto que la verdad me hubiera valido una lluvia de trompadas. Lo triste es que Margarita, sentada en su sillón de terciopelo rosa, me espera del otro lado de la ciudad. Si en vez de Osvaldo yo me hubiera servido de los años luz, ya tendríamos nietos; pero cuando se ama largo y dulcemente, cuando se quiere llegar al termino de una paulatina esperanza, es lógico que se elijan los años caracol. Es tan difícil, después de todo, decidir cuales son las ventajas y cuales los inconvenientes de estas opciones".


Julio Cortázar - Lucas, sus largas marchas (Un Tal Lucas, 1979).



Y es que me voy a quedar esperando a que las ondas que hago en el agua de mi bañera acaricien las divinas orejas, los párpados entrecerrados de mi querida que ignora que intento llegar a ella. Seiscientos kilómetros hasta ella, hasta las más blancas sábanas en las que he despertado nunca. Miles de años caracol para mi, que ni tengo caracol que vaya a visitarla.

Pero hay otro problema. El muro infranqueable de su odio. Y que tiene razón. Me engaño al usar este precioso cuento como ejemplo. Sí, soy muy así, muy Cortázar y muy objeto imposible, muy alargar el ala del deseo y disfrutar un camino que no acaba nunca. Muy bonito ese vivir tántrico.

Pero no es esto. Estoy languideciendo y cayendo en la espiral (la escalera de caracol) de la depresión, por un doble dolor que se me va clavando. Uno, mi avance es en dirección contraria a mi deseo. Cada vez me quiere menos, me considera menos, cada paso mío me aleja de ella. Nunca había visto frase semejante: "acabaré denunciándote".
Y soy consciente de ello. Y también de que, si alguna vez llegara a reorientar mi movimiento hacia ella, hay un muro más alto que la misma bóbeda del cielo, que tendría que trepar miles de veces más que la distancia que me separa de ella. El muro del daño que le he hecho.

Y nunca seré capaz de explicarle que ese daño, no quise jamás hacérselo. Que fue precisamente por mi forma de hacer tan caracol, tan minuciosamente desordenada, por mi forma de arrastrar el cariño por el fango de la vergüenza, que fue por no querer hacer daño a nadie que acabé provocando cataclismos. Sí, le hablé rudo y taxativo una vez, cortante, definitivo, porque necesitaba tiempo y estaba en medio de una operación a corazón abierto. Y le rompí el corazón a ella. Nunca seré capaz de explicarle que necesitaba ese tiempo para acercarme a ella, que es lo que siempre quise en mi camino plateado, mi senda de molusco.

Y no seré capaz de explicarlo, porque no seré capaz de hablarle. Mis palabras caracoles, mis palabras caricia lanzada al aire desde seiscientos kilómetros... nunca jamás la tocarán. Y cualquier cosa mía que la toque será para ella no un caracol, sino un alacrán o una escolopendra.



Aunque, y lo dudo, supere la culpa, no voy a dejar de ser culpable.   Y sigo cayendo por la escalera de caracol, a mi propio ritmo.

Cura de humildad

Acabo de leer:

"No publiques tus problemas sentimentales en internet. Si a tu pareja le importa un carajo, imagínate a nosotros".

El Teatro como invitación

"Ne me quitte pas". Es una de esas cosas que das por hecho, es la más bonita canción de amor jamás escrita, punto.

Nunca me preocupé de ver en detalle la letra, y mi francés no es suficiente para entenderla sin prestarle atención.

Hace poco empecé a practicar francés.  Se levantó el velo...


Daba por hecho, no sé por qué, una letra dramática y bonita, pero no tan terrible. Es una canción que siempre me estremeció por la perfecta evolución de una arquitectura armónica milimetricamente ajustada para arrastrar el alma abajo, arriba, abajo...  y la verdad, creo que le puse la letra que me dio la gana porque era la historia que me contaban las armonías.

Creí que la canción empezaba lamentándose y suplicando como hacemos los amantes babosos, fallidos y traidores, en ese plan humillado, pero ni mucho menos tanto como lo hace en realidad. No me dejes, no me dejes...   Y juro que creí que luego decía "si no me dejas, el día será ..." y empezaba a hilvanar el tramo en acordes mayores, en el que salía el sol, ese sol que hay en París (tiene que ser en París, Bélgica no sirve), y el carrusel, los jardines, los barbapapás y una flor en el pelo, caricias en la hierba y luz, tanta luz... así que no me dejes, no me dejes, porque si no vuelvo a los acordes menores y las palabras lúgubres. Así sería más bien una Bossa Nova.

Pero no es una Bossa Nova. La letra es la cosa más terrible que he oído. Porque no es una súplica, es la más cobarde de las claudicaciones.



La canción es, tal cual, una autohumillación pública de Brel para lograr el perdón de su esposa, a la que intenta regresar para esconderse cuando huye de su amante, por no querer reconocer el hijo de la que está embarazado. La letra es fabulosa, y al mismo tiempo patética, insoportable para gente como yo.  Para los cobardes, para los rastreros, para los que demasiado tarde, demasiadas veces, se comportan como vulgares burgueses escogiendo lo correcto, sacrificando el corazón propio... y lo que es peor, el de la persona amada.

Todo para ser "la sombra de tu perro".


Romper el corazón.  De la persona amada.  
La persona amada.
Puede ser el sol de París, puede ser el de Bilbao. Y dudo que haya más sitios donde el acorde se vuelva mayor.


En realidad, me doy cuenta ahora... he aprendido francés, sólo para oír esta canción.

lunes, 9 de febrero de 2015

Agujas

Y algo de lo que más duele:


Hola!
Aquí mi segundo intento de felicitacion!! por fin llegó el día :-) (o eso creo), parece que ya eres oficialmente 1año mayor :-). Te tendré que tirar de las orejas el lunes...:-)
Espero que el año que viene recuerdes este día como el día del comienzo de un montón de cambios que hagan de ti, el verdadero Pablo, el pablo feliz, el que disfruta de las cosas a tope...y claro xq no...Pablo dr (pero no tras las vacaciones ;-)) .
Este es un gran año para ti, estoy segura.
Espero poder vivir contigo todos esos cambios y contribuir a que el año que viene sea mejor que el anterior.
Un besazo


Hablabas así, tierna, amiga, amorosa, de colores. Azul, te acuerdas.

Hoy soñé que me clavabas docenas de agujas debajo de la piel, mientras yo te suplicaba de rodillas que me perdonaras.

Sí, el verdadero Pablo, me hubiera gustado. Este no ha sido un gran año para mi, no has vivido conmigo todos los cambios, no han llegado los cambios... ni el beso. 


He perdido.



sábado, 7 de febrero de 2015

Palimsestos y papiros

Pienso que posiblemente no te guste este ejercicio. Como puede que no te guste que mande flores anónimamente. Sobre todo, no te gustará que te hable de esta forma escondida, retorcida, indirecta y cobarde que es primero inventarte y luego hablarle a tu estatua de aire.

Como una forma de vudú al contrario, convocar lo inexistente dentro de lo olvidado.

Pero tú también lo hiciste. Recuerdas...


Escribiste aquella libreta, aquel diario de los días que pasaban hasta que nos encontráramos, aquel registro de los cambios de tu alma, como esas filmaciones en que se puede ver una flor abrirse. Tu alma, floreciendo, eso era el cuaderno, y lo escribiste para mi, era mi regalo, mi primer regalo.

Me pareció lo más bonito que me hubieran podido regalar nunca, una muestra de ternura y sensibilidad increíble, la imagen misma de esa belleza dentro de ti que sólo había podido adivinar en reflejos, y que ya me había llegado para enamorarme.

Y sin embargo no llegué a verlo nunca. Lo rompiste cuando supiste de mi mentira, lo rompiste...   Un eco y un reflejo, rompiste mi cuaderno (ya era mi regalo antes de que lo terminaras), como yo quemé ese brote nuevo, como yo rompí ese corazón ardiente. Soy un desgraciado, lo sé, lo siento... sentí tanto no haber podido tener entre las manos todas esas palabras tuyas tan llenas de verdad...

Creo que hubiera cambiado tanto las cosas si hubiera tenido ese cuaderno, o cualquier otra cosa tangible que me hubiera puesto en contacto contigo. Bueno, tengo aun la pequeña máquina, un beso dentro de una cápsula burbuja, una pequeña piedra blanca de Bilbao, una moneda que recuerda lo diminuto, lo casual, lo importante, todo en uno. Son objetos que refieren al encuentro, pero no a ti. No son tú, como lo hubiera sido el cuaderno.

Hoy me hubieras escrito un cuaderno con todos los sufrimientos, los surcos de la cara, el amargor de las lágrimas, la decepción infinita, el desengaño... igual que yo podría escribir sobre miedos, sufrimiento, desesperanza, soledad. 

Rompámoslos también. Y empecemos uno nuevo. Cuando pueda te compro un Moleskine, y vamos dejando crecer un corazón dentro.

La Realidad es el hueco de la mano

Viniste a visitarme
en sueños

pero el vacío
que dejaste cuando
te fuiste


fue realidad



Tengo que mandarte este, no hay duda.


viernes, 6 de febrero de 2015

La Entrada

Este es el sitio donde te escribo, porque no quieres leerme.

Te hablo, porque si no moriría de pena, de angustia, de muerte misma.

Lo dice muy bien Vinicius cuando dice "morir de amor", como se muere de risa o de calor, pero que también el amor se muere...  mi problema es que el mío es una brasa que se aviva cada vez más.

Y Caetano dice "voy a morir, de susto, de bala o de vicio, de bruces en brazos de una mujer", pero es otra cosa.

Te mandaré un día, a Caetano y a Vinicius.

Pero sobre todo, te mandaré a Chico Buarque, esas formas de decir las cosas, con contundencia de albatros y precisión de espectro.


Porque sólo te puedo mandar poesía, mientras no pueda hablarte, y es un hilo que me une a ti. La fina cánula por la que me llega un hilo de aire, un hilo de vida. Un hilo de Ariadna, o más bien de Silvia.


Me solías decir que citaba mucho. Y ahora sólo te puedo hablar por palabras de otros. Ojalá hubiera inventado más palabras para ti.



Pero no te apures, nadie te conoce. Aquí eres una ficción que invento, igual que yo soy nadie en esas letras ajenas. Y sin embargo te quiero. El amor nos sacará de nuestra nada.


Mientras voy forjando el milagro, ya vencidos todos los plazos y perdidas todas las esperanzas, mientras tanto te iré recordando aquí.


Lo escribí hace mucho: "Y allí, uno delante del otro, empezaron a echarse de menos". Nuestro propio Casablanca. Tal vez un día, nuestro propio "Cielo sobre Berlín"