No me hago ilusiones. En este mismo instante, si me llamaras, si me pidieras que fuera a tu lado, lo abandonaría absolutamente todo para ir contigo. Aunque sé que es imposible. Por eso mismo, es malo que sienta así, que sufra así esperando, desesperando, lo que no puede ser.
Y me sigue pasando que sigo queriendo aparecerme ante tí como un mártir, como un náufrago. Y dudo que te cause algo más que risa, repulsión o indiferencia (tu indiferencia... ¿habrá algo que me duela más?, no soy parte de tu vida y nada de lo que me pase te importa). Pero quisiera seguir enfermando y decayendo para presentarme en Mayo ante tí, como un espectro que te necesita.
En estas circunstancias, ¿Por qué digo que me voy curando, siquiera poco a poco? No he conseguido desprenderme de mi obsesión por ti,... igual que sí he conseguido desprenderme de la falsa felicidad de estar con la buena de Nerea, no consigo desprenderme del falso heroísmo de seguir queriéndote a pesar de tu desprecio.
Pero me voy dando cuenta de algunas cosas.
Me voy dando cuenta de que a ti te pasó lo mismo. Que tú también querías nuestro amor, no me querías a mi. Tal vez nunca me quisiste del todo, simplemente necesitabas el cariño que te tenía.
No te culpo, estábamos tan solos. Ahora lo que ha cambiado es que sólo yo estoy sin nadie.
Ahora, leyendo antiguos mensajes que creía borrados, me voy dando cuenta. No era todo oro. No te gusta la poesía. Eres de museos, cierto, de Jazz del que me gusta, pero no entiendes el arte como arma de subversión masiva, quizás no aprecias la capacidad transformadora del acto poético, entre la magia y la voluptuosidad. Aunque lo reconozco, disfrutamos tantísimo de Yoko Ono, todo su dulce terrorismo estético y espiritual. Recuerdo que inventábamos rituales y actos poéticos sobre cada obra. Mojé los labios vaciados en bronce de Yoko con el agua del cáliz, y dentro de una de sus cápsulas de aire, guardé para siempre un beso tuyo. Aun la tengo.
Había una caja transparente que decía que lo que entrara en ella, al salir no volvía a ser lo mismo. Metiste la mano. Curiosamente, a mi me daba pánico, creo firmemente en la magia. Y creía que de verdad me iba a cambiar. Quizás ahí empecé ya a perderte, tenía que haber metido la cabeza entera en la caja de cambiar. Tenía que haberme atrevido.
Pero me doy cuenta: realmente había amor al amor, entre nosotros había un inmenso remolino de pasión que no nos necesitaba para arder, y en realidad nunca estuvimos juntos.
Y de todas formas, aun sigo pensando que te quiero. En el museo aquella pareja mayor, te acuerdas, se puso a hablarte, riéndose delante de uno de los vídeos experimentales de Yoko (la mosca recorriendo su desnudez)... la gente te quiere y te habla, la luz te quiere y te dibuja, el mundo te quiere y te hace brillar, Max te quiere y te da protagonismo, Ulrich te quiere y se apoya en tí más de lo que crees, ... yo te quiero y no te he dado nada.
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