Este es el sitio donde te escribo, porque no quieres leerme.
Te hablo, porque si no moriría de pena, de angustia, de muerte misma.
Lo dice muy bien Vinicius cuando dice "morir de amor", como se muere de risa o de calor, pero que también el amor se muere... mi problema es que el mío es una brasa que se aviva cada vez más.
Y Caetano dice "voy a morir, de susto, de bala o de vicio, de bruces en brazos de una mujer", pero es otra cosa.
Te mandaré un día, a Caetano y a Vinicius.
Pero sobre todo, te mandaré a Chico Buarque, esas formas de decir las cosas, con contundencia de albatros y precisión de espectro.
Porque sólo te puedo mandar poesía, mientras no pueda hablarte, y es un hilo que me une a ti. La fina cánula por la que me llega un hilo de aire, un hilo de vida. Un hilo de Ariadna, o más bien de Silvia.
Me solías decir que citaba mucho. Y ahora sólo te puedo hablar por palabras de otros. Ojalá hubiera inventado más palabras para ti.
Pero no te apures, nadie te conoce. Aquí eres una ficción que invento, igual que yo soy nadie en esas letras ajenas. Y sin embargo te quiero. El amor nos sacará de nuestra nada.
Mientras voy forjando el milagro, ya vencidos todos los plazos y perdidas todas las esperanzas, mientras tanto te iré recordando aquí.
Lo escribí hace mucho: "Y allí, uno delante del otro, empezaron a echarse de menos". Nuestro propio Casablanca. Tal vez un día, nuestro propio "Cielo sobre Berlín"
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