domingo, 1 de marzo de 2015

Síndrome - Dolor de miembro fantasma

Ha sido duro.

Para escribir el texto anterior, en el que dije que estaba mejorando, rebusqué en la memoria entre aquellas fotos que ella me mandó al principio, y que yo miraba extasiado, muerto de frío y de miedo, con mezcla de esperanza, alborozo, culpa y temblores de todo tipo (placer, pánico, confusión, de nuevo frío...), en la Gare du Nord de Bruselas.

Y el viernes de nuevo llego a la Gare du Nord, y date cuenta, exactamente a la misma vía, a la misma hora, de nuevo en dirección al aeropuerto, casi exactamente un año después. El cielo estaba parecido, hacía frío de nuevo.

Y no pude soportarlo. Recordé las fotos, pero sobre todo la promesa, la posibilidad, una chica tan guapa a mi lado, que milagrosamente se había interesado por mi, la delicia de un amor a primera vista cristalizado en un aprecio, cariño, pasión y amor mutuo. La posibilidad de una vida plena, de una relación sólida, el querer darle hijos y felicidad y algo nuevo a su vida. Todo eso se me vino al corazón, que vibraba en resonancia con todo lo que me traía sus fotos, las de la chica más bonita del mundo que se abría a mi como una orquídea.

Y se me vino encima la negación de todo eso, la brutal negación. Nerea estaba a mi lado, Nerea (a la que quiero un montón y que me sigue ayudando y apoyando, aunque ya todo se acabara), y Paula (a la que aprecio muchísimo, y es de las pocas personas de la empresa con las que se puede hablar). Y me vieron temblar, vieron innundárseme los ojos de lágrimas, licuárseme la mirada en dos segundos, derrumbarse el "hombre" que habían visto dirigir las reuniones diligentemente esos días. La sólida referencia, el coordinador, de pronto era un cordero a punto de ser degollado.

Paula se preocupó, claro.  Nerea se puso muy triste. Sabe lo que me pasa, y por un lado no le gusta verme mal, pero sobre todo, le destroza que lo pase mal por otra mujer.

Otra mujer. No, para mi no es otra. Para mi es todavía mi sólida obsesión. Sigo soñando con nuestro próximo encuentro en Bruselas, y con que ella me lleve a un aparte y quiera hablar conmigo. Ponga los labios así, como una fresa silvestre, y sonría un poco diciéndome que me tranquilice, y quiera hablar conmigo. Que me diga que no, que me diga que ya no confía, lo que sea... pero simple y llanamente que me de esos minutos a solas.


Yo que lo tuve todo, a qué poco aspiro ya.

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