En realidad es tan sencillo.
Me lo dijo Nerea: "Me hiciste feliz estos años. Estabas con la persona equivocada, te enamoraste de otra, se acabó. Ahora tienes que olvidarte de ella también y seguir."
Ya..
No dejarme hundir, olvidarme de ella.
Pero no es ella, sino su posibilidad. Me explico. Es la frustración de no haber podido ni siquiera fracasar bien. Lo decía Samuel Beckett: "Fracasa otra vez, fracasa mejor", lleva las cosas hasta el final y falla estrepitosamente si hace falta, pero hazlo.
Me quedé congelado, no hice nada ni en una dirección ni en otra, no quise ni mentir ni engañar, ni hacer daño ni hacer nada malo. Por no hacer nada, por no querer romper la cáscara, todo se vino abajo.
Y es esa frustración lo que me duele terriblemente. La de no haber ni arrancado, ni empezado una relación que fue un milagro secreto, que metí debajo de una piedra y dejé morir.
Y este es el duelo por esa muerte, la muerte triste de un no nacido. Como la de mi hijo que nunca fue. Con Silvia creíamos que íbamos a tener un hijo, ella estaba asustada pero yo estaba realmente emocionado. Era sobrecogedor, con ella sí quería tenerlo, no llego a entenderlo... simplemente lo deseaba con todas mis fuerzas.
Y sigo pensándolo. Por eso, es cierto, tengo que olvidarme de ella o me consumiré. Pero hay tanto de lo que olvidarse, mi deseo de tenerla a mi lado me ha inundado todo mi ser, todo mi recuerdo como un agua de vida. Ahora olvidarla es como arrancar un cáncer que se hubiera extendido por todo mi ser, todo mi recuerdo.
Me sería más fácil si no tuviera este horizonte que se me echa encima. La veré este año. Dos, tres, quizás cuatro veces. Tengo pánico al encuentro, sé que me destrozará.
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