jueves, 12 de marzo de 2015

El peso de la paja




He pixelizado tus fotos.

Me había comprometido, tan pronto sirvieran para su cometido (que mi psicóloga te conociera, que te pudiera tener delante como yo te tengo demasiadas veces al día), las quitaría.

Queda raro un hueco en mi discurso, así que en vez de quitarlas, las he deformado, distorsionado, transformado en una masa de color en la que sin embargo yo te reconozco, tú te reconoces, pero nadie más podría saber que eres tú.

Eres ya, cada vez más, el fantasma de mi deseo, y menos y menos una persona. Tu, la que me dijo cosas que me herían, y me las dijo para herirme, tú que me miraste con desprecio en nuestro último encuentro y me dijo, mintiendo "no sentí nada cuando te vi entrar", tú que me dejas tirado, ... eres en realidad la que se aleja del fantasma, la que se aleja de mi. Yo te he sido más fiel que tú misma.


Y es hora de que lo deje ya.


Te he pixelado, te he alejado de tu imagen, o más bien, de la imagen de ti que me hizo enamorarme. Lo reconozco, la imagen de ti que sigue haciéndome sentir este hueco en el estómago, estos microsegundos de gravedad cero que no sentía desde que era adolescente. He destruido tu imagen, y es un rito, un acto mágico, una liturgia del olvido que va surtiendo efecto.


Puedo decirlo con orgullo, con alegría, gritarlo con toda el alma abierta: te quise con locura, te quise con todo el corazón. Y este corazón, sigue viviendo.



Te quise. Aun hablo en segunda persona, pero ya conjugo en pasado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario